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Quizás sea útil dar cuenta de las lecturas sobre la República y la guerra que sí han estado disponibles en España desde hace mucho tiempo, o al menos de las que a mí más me han ayudado a comprender, a intentar imaginar no sólo qué sucedió, sino como lo veían quienes lo estaban viviendo. Algunos de estos libros me han inspirado en mi propia escritura. En todos creo que hay cosas que aprender, casi todas amargas. Pero la Historia no es una plastilina que uno pueda modelar a su gusto.

1. Libros de historia

El laberinto español, de Gerald Brenan: se publicó originalmente en los años 40. Está lleno de simpatía por el pueblo español, y aún tiene vigencia.

La Guerra Civil española, de Hugh Thomas, muy bien escrita y muy bien informada, a veces con un desapego que puede resultar doloroso.

La República española y la Guerra Civil, de Gabriel Jackson: más sintética, pero también más solidaria. Gabriel Jackson publicó hace unos años un libro muy bueno sobre Juan Negrín.

Tres días de julio, de Luis Romero: apareció en España creo que a finales de los sesenta, y se ha reeditado muchas veces. Una colección de testimonios directos sobre el principio de la guerra.

The Spanish Civil War, a very short introduction, de Helen Graham. Un resumen espléndido, muy atento a la presencia de las mujeres.

1936 , de Enrique Moradiellos: una síntesis breve y utilísima de todas las cosas en las que la historiografía está básicamente de acuerdo. Moradiellos también tiene una biografía larga y apasionante de Juan Negrín.

Los tres golpes contra la República, de Francisco Márquez. tiene la originalidad de centrarse en las tres tentativas armadas sucesivas, la de Sanjurjo, la revolución del 34 y la que sí tuvo éxito.

Enterrar a los muertos, de Ignacio Martínez de Pisón. Una investigación muy literaria y muy seria sobre el asesinato en Valencia, a manos del espionaje soviético, del traductor de Hemingway y John dos Passos.

Franco, de Paul Preston: una biografía de terror, para leer acompañada de El holocausto español.

La represión nacionalista en Granada y el asesinato de Federico García Lorca, de Ian Gibson. Todavía imprescindible: y estaría bien revisar un libro suyo mucho menos conocido sobre el asesinato de Calvo Sotelo.

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2. Testimonios personales:

La velada en Benicarló, de Manuel Azaña: una reflexión desgarrada desde el interior del bando republicano.

Guerra y vicisitudes de los españoles, de Julián Zugazagoitia: lo escribió en París, entre el final de la guerra y su detención por la Gestapo. Tan leal a la República como autocrítico.

La llama, el tercer tomo de la trilogía de Arturo Barea.

Una vida presente, de Julián Marías: el testimonio de un joven republicano y católico, impagable, magníficamente escrito.

Los grandes cementerios bajo la luna, de George Bernanos: era un católico conservador y quedó asqueado por la crueldad de los sublevados en Mallorca.

Homage to Catalonia de George Orwell.

Testamento español, de Arthur Koestler: condenado a muerte por los franquistas en una celda de la prisión de Málaga.

Una mujer en la revolución, de Clara Campoamor: fue la gran instigadora de la extensión del voto a las mujeres. La horrorizó ver lo que sucedía en Madrid en el verano de 1936.

3. Ficción

El laberinto mágico, de Max Aub: el ciclo novelesco más ambicioso desde los episodios de Galdós.

Días de llamas, de Juan Iturralde. Se publicó por primera vez en 1978 y no le hicieron ningún caso.

Largo noviembre de Madrid, Capital de la gloria, La tierra será un paraíso: probablemente los mejores relatos escritos nunca sobre esos tiempos, por un maestro casi secreto, Juan Eduardo Zúñiga.

El diario de Hamlet García, de Paulino Massip, otro de los grandes olvidados del exilio.

San Camilo, 1936, de Camilo J. Cela: le falta empatía humana, como era frecuente en Cela, pero hay una crónica muy poderosa del comienzo de la guerra en Madrid.

Madrid, de corte a cheka, de Agustín de Foxá: era un señorito fascista, y habría sido mejor escritor si no destilara tanta mala leche ideológica, pero esta novela, muy valleinclanesca, merece ser leída.

Hay muchos más, claro. Se pueden incluir las memorias dibujadas de Carlos Giménez, y un documental fantástico de Carlos García-Alix, El honor de las Injurias, y la gran serie que hizo la BBC, y una película de Alfonso Ungría basada en historias de Max Aub, Soldados, y Ay Carmela, de Carlos Saura.

Ah, y se me olvidaba, uno de los mejores, uno de los poquísimos testimonios de un soldado de a pie, las memorias de Miguel Gila.

Sin conocimiento de la historia no creo que sea posible la ciudadanía democrática: sin la capacidad para distinguir la historia de la leyenda, o de las proyecciones halagadoras del presente sobre el pasado.

Propongo que cada cuál añada sus títulos a esta lista.

Gerald Brenan
Gerald Brenan